Contra el aceite de palma, el azúcar, el panga y el sentido común: cómo las polémicas alimentarias pueden ser contraproducentes

Contra el aceite de palma, el azúcar, el panga y el sentido común: cómo las polémicas alimentarias pueden ser contraproducentes
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"Yo lo que veo es mucho ruido sin base científica. Llevamos más de 40 años usando aceite de palma en nuestros productos y nunca ha habido ningún problema". Esto decía Laurent Dereux, director general de Nestlé España, en El Confidencial. Y, sinceramente, tiene algo de razón.

No en lo de la evidencia científica (que muestra claramente que no es el aceite más saludable del mundo), ni en que nunca haya habido ningún problema (algo que, en el mejor caso, no se puede saber), sino en que hay mucho ruido. Demasiado ruido como para que de esta "batalla nutricional" en la que estamos vaya a salir una sociedad que se alimente mejor.

Azúcar, panga, aceite de palma...

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Que yo recuerde, solo en lo que llevamos de año, ya hemos armado un buen puñado de polémicas relacionadas con la alimentación. Las más conocidas han sido la del azúcar, la del panga y la que está en eclosión ahora, la del aceite de palma.

La mayoría de las veces son polémicas justificadas porque en un mundo con tantos intereses como este hay mucho que explicar. Y, mientras nos alimentamos prácticamente a ciegas, las azucareras se convierten en las tabacaleras de nuestro tiempo, con el panga destrozando medioambientalmente el río Mekong y con el aceite de palma "provocando" 120.000 incendios al año en Indochina.

El problema es que, con ciclos de noticias tan cortos, todo esto sirve de poco. Justo mientras terminaba de redactar este artículo, la gente de Gram Positivo publicaba una muestra muy gráfica sobre cómo el 'ruido' mediático y social afecta a la percepción de los riesgos asociados a los alimentos. Es decir, cómo la alimentación (y la atención del público) va dando bandazos según las filias y las fobias del momento.

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Filias y fobias que tienen poco que ver con los problemas reales que pueden generar esos productos. La doctora Raquel Blasco compartía esta tabla que permite hacernos una idea más ajustada de cuál es la composición de nuestros los aceites más usados. Y recordaba que las recomendaciones de la OMS sitúan el azúcar y las grasas saturadas al mismo nivel.

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Sin embargo y aunque llevamos años sabiendo de los problemas que puede ocasionar, ha sido ahora cuando varias cadenas de supermercados se han lanzado a retirar un aceite de palma que, como señalaba el responsable de Nestlé, se "lleva usando 40 años".

¿Cuál es el siguiente?

Si soy sincero, la única pregunta pertinente en este momento es cuál será el siguiente. Andrés Rodríguez sospecha que podría ser la acrilamida, pero da un poco igual: porque todo parece indicar que la industria ha integrado este tipo de polémicas o alarmas alimentarias en su funcionamiento habitual.

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Un poco al modo de lo que denunciaba Darío Fo en una de sus obras fundamentales, el sistema alimentario ha llegado a un nivel de complejidad que el escándalo no hace sino reforzarlo. Denunciar un producto, da igual el que sea, lo único que conlleva es que se reestructure el mercado, se ofrezcan nuevos productos y que la dieta en términos generales no cambie casi en absoluto.

Según la investigación de la que disponemos en temas de salud, este tipo de prácticas solo ayudan a simplificar la compleja salud humana y a generar más confusión de la que ya había. En caso de peligro inminente, las alarmas están justificadas: pero no son inocuas y, cada vez que usamos una estrategia de este tipo, estamos erosionando la cultura nutricional que puedan tener los receptores.

Esa creo que es la principal lección que podemos extraer de las alarmas que se están sucediendo durante estos últimos meses: esta forma de enfocar la comunicación alimentaria ni cambia el sistema, ni alfabetiza a la sociedad. Simplemente crean un río revuelto en el que solo ganan los pescadores. Y eso, como estamos viendo, es parte del problema.

Imágenes | Logan Brumm

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