A Sito Miñanco no le cabía la energía en el pecho, y sus múltiples detenciones a lo largo de las últimas tres décadas jamás impidieron que continuara su actividad empresarial, puro entrepreneurship, ya fuera dentro o fuera de la cárcel. La última data de fechas tan recientes como febrero de este mismo año, cuando la Guardia Civil volvió a apresarle por su papel al frente de una extensa red de narcotráfico que operaba desde Algericas. Cinco toneladas de cocaína rubricaron su caída.
Impagable timing: el regreso a los titulares de Miñanco, cuyo nombre real es José Ramón Prado Bugallo, ha coincidido con dos fenómenos mediáticos relacionados directamente con su figura. El primero, el embargo de Fariña, el libro escrito por Nacho Carretero que repasa décadas de actividad narcotraficante en Galicia, puerta de entrada a la mayor parte de la cocaína consumida por Europa, y que fue retirado de las librerías tras la denuncia de uno de los alcaldes citados en sus páginas, Alfredo Bea Gondar.
El segundo es Fariña, la serie, cuyo tercer episodio se emite esta noche. Basada en el libro, sigue las aventuras del Sito Miñanco, interpretado por Javier Rey, una figura que ha alcanzado un similar grado de mitología popular en Galicia al de Pablo Escobar o el Chapo Guzmán en Colombia o México. Miñanco fue un criminal, lo sigue siendo, pero uno surgido de una humilde familia de pescadores que construyó un emporio a fuerza (bruta) de intuición y olfato. Un hombre hecho a sí mismo.
Todas las circunstancias de Miñanco, carismático hombre empeñado en trabajar codo con codo con su subalternos y en dirigir las operaciones en primera persona, causa de su particular desgracia policial, confluyeron para que Galicia le dedicara su particular rincón de mitología pop. Más allá de Fariña, Miñanco llevaba años siendo una suerte de icono gracias a la canción 'TeknoTrafikante (Sito Miñanco Preso Político)' de Os Papaqueixos, publicada en 1999.
De letra inconcebible (mezclando euskera, italiano y gallego), el mensaje era claro: "Sito Miñanco, preso político", un motto que encaja bien con la larga historia de irreverencia musical gallega inaugurada en su día por Siniestro Total y seguida con acierto por tantos y tantos grupos, desde Golpes Bajos hasta Cuchillo de Fuego, pasando por Triángulo de Amor Bizarro. Una canción que elevaba al altar de la sordidez, tan gallega, a Miñanco, y que descomponía por completo la idea de "preso político".
Populachero y narcocorrido gallego
Por aquel entonces, y aún hoy, las cárceles españolas estaban repletas de presos de ETA cuyos movimientos políticos afines definían como "políticos". No eran criminales, sino víctimas de su ideología. Por ahí quizá se explique el "aurrera". ¿Y el italiano? La conexión original de Miñanco era Colombia-Galicia-Sicilia (operaba hasta el final de sus días, se cree, también en Italia y Albania), lo que explicaría la elección idiomática. Sea como fuere, la canción se convirtió en un hit en Galicia al poco de ser lanzada, y a día de hoy aún suena cada fin de semana en los bares de turno.
El guiño humorístico ha terminado por absorber a la propia figura de Miñanco, cuyas continuas actividades ya sea desde la cárcel o en tercer grado desde Algeciras le han permitido mantener el control de la cocaína. Hombre de la calle y populachero (se ocultaba poco y llegó a presidir su particular equipo de fútbol, el Deportivo Cambados que casi llega a 2ª División), Miñanco regó de dinero a sus afines y, como tantos otros narcos, a los pueblos y las comarcas desde la que operaba, lo que contribuyó a elevar su popularidad a pie de calle.
Para redondear el mito, cuenta la leyenda que Sito Miñanco solicitó declarar frente al juez en gallego, y que al serle denegada la petición tuvo que hacerlo en castellano. Tan trivial anécdota se convirtió en una leyenda urbana suficiente para aupar a Miñanco a los altares del galleguismo bizarro. La anécdota abre la canción 'Teqnopresidente 2.0', homenaje años después a la canción de Os Papaqueixos y a la foto de Feijoo, presidente de la Xunta, con Marcial Dorado, otro célebre narco gallego.
Y en qué lugar sino en Galicia podría haber surgido una réplica bastarda y paródica de los múltiples narcocorridos de Sinaloa y el norte de México dedicados a glosar la vida y la cultura del narcotraficante. Fue en Galicia donde la actividad criminal hilada al tráfico de sustancias alcanzó su apogeo a mediados de los ochenta, merced del monopolio tabacalero del Estado que propició el contrabando de cajetillas americanas, y que se transformó posteriormente en un emporio de la fariña directamente ligado a los cárteles colombianos para la venta de cocaína en Europa.
El proceso continúa a día de hoy, como ilustra este reportaje de La Voz, y Galicia (y la ría de Arousa) continúa siendo un epicentro total de la distribución de cocaína en el viejo continente, un consumidor tan goloso para los productores como Estados Unidos. Es allí donde llegan las miles de toneladas anuales escondidas en el doble fondo de los cargantes o en los barcos fletados por los propios narcos. Y es allí donde Miñanco, mal que bien, sigue siendo el mayor, más temible y, a su modo, más admirado narcotraficante de la historia de España.