Llevamos años discutiendo sobre el origen de la escritura. Ahora una cueva asturiana puede zanjar el debate

Llevamos años discutiendo sobre el origen de la escritura. Ahora una cueva asturiana puede zanjar el debate
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Las cuevas de El Pindal en Asturias y Altamira en Cantabria están entre las 400 estudiadas por un grupo de investigadores británicos que ha encontrado en ellas lo que creen son las pruebas más antiguas de "proto-escritura". La hipótesis señala que estas punturas de 20.000 años de antigüedad podrían mostrarnos la antesala a la palabra escrita. Se trata eso sí de un hallazgo controvertido.

600 imágenes. El análisis se basa en unas 600 pinturas rupestres repartidas entre 400 cuevas del oeste de Europa, entre ellas varias situadas en la Cordillera Cantábrica, pinturas que datarían de hace unos 20.000 años. Esto son 14.000 años antes de cuando se estima apareció la escritura propiamente dicha y 10.000 años antes de otros sistemas de anotación comparables a éste.

El estudio ha sido realizado por un equipo formado por investigadores independientes junto a expertos de la Universidad de Durham y la University College London y publicado en la revista Cambridge Archaeological Journal. Los signos en cuestión son una serie de marcas halladas junto a pinturas figurativas de animales en diversas cuevas de nuestro entorno.

Este hecho ha llevado a los autores a pensar que estas marcas pretendían representar algún factor relacionado con los animales representados, animales relevantes para los habitantes prehistóricos de las cuevas al ser aquellos que solían ser cazados.

Cuestión de tiempo. Los símbolos analizados no harían referencia a palabras sino a números. Concretamente a los números de los meses. Las marcas analizadas, puntos consecutivos y líneas paralelas, están dispuestas en secuencias de hasta 13 unidades.

Puesto que el año puede ser dividido en doce ciclos lunares y medio, los investigadores consideran que las marcas hacen referencia a los ciclos vitales de los animales. El equipo comprobó que existía correlación entre las marcas y estos ciclos, aunque sin saber ciencia cierta si hacían referencia a los periodos de apareamiento de los animales o a su caza y pesca.

Esta interpretación no dista mucho de la realizada con respecto a otros objetos prehistóricos como huesos. Un ejemplo de esto es el hueso de Ishango, un resto óseo perteneciente al paleolítico superior africano al que se le estiman también unos 20.000 años de antigüedad y que cuenta con una serie de muescas que podrían representar también números primitivos.

Los puntos sobre las y-es. Además de las puntos y líneas paralelas, los dibujos representaban otra marca adicional, una especie de Y minúscula a veces apenas distinguible del trazo del dibujo y a veces dispuesta en la secuencia paralela de líneas. Los investigadores sostienen que este símbolo hace referencia a los periodos de cría de los animales mostrados.

Compartir información. El estudio habla de estos signos como una forma de “proto-escritura”. Es lógico pensar que la escritura no surgió por generación espontánea sino que fue desarrollándose a lo largo de milenios.

En cualquier caso, si la hipótesis de los autores es correcta, estas marcas serían una forma de que los habitantes de las cuevas pudieran registrar y compartir información útil para su forma de vida. Información en forma de ideas abstractas, en este caso, la idea del tiempo.

Escepticismo entre los expertos. Sin embargo las pruebas que sostienen la hipótesis del equipo británico son limitadas, e insuficientes para algunos investigadores. Este es el caso de la paleoantropólgoa Melanie Chang. “Las gentes del paleolítico superior tenían la capacidad cognitiva para escribir y mantener un registro del tiempo” aseguraba Chang en declaraciones recogidas por Live Science. Sin embargo matizaba que “las hipótesis no están bien sustentadas por sus resultados y no contemplan interpretaciones alternativas de las marcas que analziaron.”

Imagen | Bacon et al., CC BY-ND 4.0

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