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La evolución de la especie humana durante los próximos milenios, los cambios en su biología y la forma en la que los avances médicos pueden influir en la longevidad son aspectos explorados por la ciencia ficción desde los inicios del género. Pero más allá del barniz literario, tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial prometen mejorar nuestra salud y prolongar nuestra propia expectativa de vida mucho más allá de lo que hubiera sido posible con los métodos ya establecidos.

Porque es cierto que la inteligencia artificial aplicada a las ciencias de la salud no acapara tantos titulares como su implementación en el mundo de los videojuegos, pero llegará un día en que nuestro médico de cabecera emitirá sus diagnósticos no con la ayuda de un enfermero, sino de un cerebro electrónico mucho más templado y tal vez incluso más atento que él mismo. Veamos pues algunas de sus posibilidades.

Tus ojos te dirán si sufrirás un infarto

Un aspecto particularmente interesante de la inteligencia artificial, posiblemente uno de los más valiosos de todos los aplicables a la medicina, es su capacidad para cotejar grandes cantidades de datos y generar perfiles utilizables para realizar predicciones relacionadas con la salud de un sujeto.

Un claro ejemplo de esta posibilidad se plasma en un paper publicado en el diario Biomedical Engineering, de Nature. Según un grupo de investigadores estadounidenses implicados en la prevención de cardiopatías mediante medios tecnológicos, es posible entrenar a una inteligencia artificial para cotejar datos biométricos de cientos de miles de pacientes y predecir la posibilidad de sufrir una dolencia cardiaca.

De forma más concreta, suministrando una gran cantidad de imágenes del ojo humano a una red neuronal, un sistema informático es capaz de extraer información relevante, como la edad del paciente, su presión sanguínea e incluso si el sujeto es fumador.

Se da la circunstancia de que todos estos factores dejan una «huella» reconocible en los vasos sanguíneos que recorren nuestros ojos, por lo que una inteligencia artificial se puede entrenar cruzando miles de imágenes y metadatos anónimos hasta que aprende a identificar la forma, el grosor y otros detalles de los vasos para elaborar informes médicos sorprendentemente precisos.

Según los responsables del sistema, su inteligencia artificial puede predecir el riesgo de sufrir un problema cardiaco importante con una precisión del 70% con solo inspeccionar una imagen del ojo de una persona, cuando el método SCORE se queda en un 72% y requiere una muestra de sangre.

¿Quiste o tumor maligno? Tus radiografías las inspeccionará una IA

Como podemos ver, la inteligencia artificial nos lleva una clara delantera a la hora de apreciar detalles en imágenes prácticamente indescifrables para un profesional de la salud. Pero también son mucho más rápidas y eficientes a la hora de interpretar aquellas habitualmente examinadas por un médico de carne y hueso.

Un ejemplo clarísimo son las radiografías y las resonancias magnéticas. Un doctor o un técnico especializado requiere de varios minutos para dilucidar la naturaleza de unas manchas. Asimismo, su buen juicio se puede ver alterado por el sueño, el estrés y otros factores mentales menos evidentes. Problemas que no existen en la pulcra y eficiente mente de una inteligencia artificial.

Utilizando redes neuronales, se ha podido demostrar que una IA es capaz de interpretar una radiografía hasta 10.000 veces más rápidamente que un especialista. Y no solo eso: la detección de tumores malignos se realiza con una mejora de precisión del 50%. Ni siquiera se introducen falsos negativos.

Huawei, que es una de las firmas líder en el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial, apuesta por este tipo de tecnologías. Ya en 2016 firmó un acuerdo con Philips con el propósito de interpretar imágenes tomadas mediante resonancia magnética y tomografías usando procesos de aprendizaje automatizado en la nube.

El uso de procesamiento de imágenes médicas en la nube puede ser sumamente importante en ciudades pequeñas donde no abundan los especialistas, y los que hay tienen demasiado trabajo en sus manos. Utilizar sistemas informatizados basados en inteligencia artificial como el de Huawei puede ser el equivalente a reforzar toda una sección hospitalaria sin necesidad de ampliar el número de profesionales, acelerando los diagnósticos y ofreciendo información aún más detallada para facilitar el tratamiento.

Fármacos de diseño generados mediante inteligencia artificial

Pero la inteligencia artificial no solo es mucho más rápida y precisa a la hora de analizar imágenes: también es capaz de procesar complejas formulaciones químicas mediante experimentación virtual. Un proceso sumamente interesante de cara al desarrollo de nuevos medicamentos.

Crear un nuevo compuesto químico con aplicaciones curativas no es ninguna broma. Los investigadores deben partir de ejemplos conocidos, pero extraordinariamente complejos, para proponer hipotéticos mecanismos de reacción e interacción entre los tejidos vivos de nuestro cuerpo y los fármacos en desarrollo antes de lanzarse a un proceso de experimentación increíblemente gradual, que suele implicar años de esfuerzo y millones de euros en inversiones.

No tiene por qué ser así. Bioinformáticos de todo el mundo trabajan ya en múltiples proyectos que utilizan técnicas de inteligencia artificial para recrear la biología de una célula a nivel molecular, permitiendo así simular reacciones químicas sumamente complejas sin necesidad de experimentar con tejido in vivo. A otro nivel, este tipo de técnicas también se podrán utilizar en los hospitales a la hora de escoger el medicamento adecuado para tratar una dolencia.

La inteligencia artificial también está siendo explorada en centros como el Instituto Curie para mejorar técnicas ya existentes para combatir el cáncer. Una de ellas utiliza aprendizaje automatizado y bioinformática para obtener una visión conjunta de todo el sistema inmunológico del cuerpo humano, identificando los biomarcadores en la sangre que podrían predecir la eficiencia de los tratamientos antes de aplicarlos. ¿El resultado? Terapias más cortas y precisas, pero también menos agresivas para el paciente.

Un primer paso: teléfonos que saben cuánto ejercicio nos hace falta

En cualquier caso, la salud no se cuida en la consulta del médico ni en el hospital, sino durante el día a día. Nosotros mismos tenemos en nuestras manos disfrutar de una vida más larga y saludable con solo cuidar la alimentación y hacer una cantidad adecuada de ejercicio. Algo que no siempre es fácil con los ritmos actuales.

Es precisamente por este motivo que millones de personas de todo el mundo están descubriendo las aplicaciones de seguimiento de actividad y control calórico, que ni siquiera requieren el uso de un dispositivo cuantificador como una pulsera. Un ejemplo lo encontramos en la aplicación Salud que viene incluida en los últimos modelos de Huawei, gracias a la cual podemos marcarnos un objetivo de peso, kilómetros recorridos y horas de sueño.

Actualmente, este tipo de registros se procesan de forma relativamente mecánica. En el futuro, no obstante, tecnologías como la plataforma HiAI Mobile Computing de Huawei permitirán que nuestro teléfono pueda realizar un control extraordinariamente gradual de nuestra actividad diaria, hasta el punto de que sabrá adelantarse a nuestra hora de salida del trabajo para recordarnos que deberíamos ir al gimnasio o nos avisará a la hora del café para que usemos edulcorante en lugar de azúcar.

Dispositivos como los Huawei P20 y P20 Pro, que ya cuentan con subprocesadores dedicados expresamente para labores de inteligencia artificial, adelantan un futuro que técnicamente ya podemos acariciar con los dedos.

Imágenes | Huawei e iStock