Ideología, redes y dinero: los jefazos y las plantillas de Silicon Valley no apoyan a Biden de la misma forma

Ideología, redes y dinero: los jefazos y las plantillas de Silicon Valley no apoyan a Biden de la misma forma

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Ideología, redes y dinero: los jefazos y las plantillas de Silicon Valley no apoyan a Biden de la misma forma

Tanto las empresas tecnológicas como sus empleados llevan meses dedicando toneladas de tiempo y dinero a echar a Trump del poder, pero las agendas ideológicas, los intereses y los medios que utilizan para defenderlos son muy distintos.

Según un estudio de Stanford sobre la ideología de las élites de las empresas tecnológicas americanas, que incluye un sondeo con 600 de sus miembros, el 75% votó por Hillary Clinton en 2016 y el 61% se identificó como demócrata, mientras que solo el 8,8% votó por Trump y el 14% se sentía republicano. Como los mandos intermedios y los soldados rasos de las compañías suelen ser más progresistas, lo lógico es que su apoyo a los demócratas fuese aún mayor.

Y lo mismo puede decirse de otras posiciones que comparten, llevándolas solo algo más a la izquierda, con los dueños y los máximos directivos tecnológicos. Según el estudio de Stanford, una amplísima mayoría de estos últimos justifica que los superricos (los que ingresan más de un millón de euros anuales) paguen más impuestos, se opone a la pena de muerte… y defiende el matrimonio homosexual, el aborto libre o la restricción sobre la venta y el uso de armas de fuego.

Todo esto parecería indicar que élites y empleados tecnológicos casi piensan lo mismo y que los diferencian, sobre todo, el entusiasmo y fervor con los que sienten sus ideas izquierdistas. Y no es cierto.

Las agendas políticas son distintas

De hecho, los dos grupos han apostado este año por candidatos del Partido Demócrata que reflejaban la divergencia de sus sensibilidades y agendas. Los jefes prefieren a los centristas y los empleados a los progresistas. Unos veían, y ven, mejor a Biden y otros se conforman ahora con él, aunque preferían a Bernie Sanders.

La división estaba casi cantada. Según el estudio de Stanford, la mayoría de las élites tecnológicas no quiere ni oír hablar de nuevas regulaciones, prefiere que la redistribución de la riqueza la capitanee el sector privado, exige unos sindicatos más débiles y unos despidos más baratos y, por último, valora positivamente los tratados de libre comercio.

Así las cosas, no sorprende que el New York Times revelase en marzo que los líderes de las tecnológicas les habían pedido encarecidamente a los demócratas que eligiesen a cualquier candidato… menos a Sanders. En ese momento, casi sobra decirlo, solo había una alternativa realista al viejo senador por Vermont: Joe Biden.

Y Sanders era inaceptable, porque los empresarios tecnológicos sabían que promovía una agenda socialdemócrata, que no solo pasaba por más regulación para las empresas tecnológicas, sino también por su posible despedazamiento.

El socialismo de Sanders era inaceptable para los empresarios

A eso cabía añadir su promesa de una redistribución de la riqueza liderada por el estado, donde pagarían más impuestos los que ganasen al menos medio millón de dólares, la reducción de las facilidades fiscales para los paquetes de incentivos de los ejecutivos de las startups, más protección para los trabajadores, más poder para los sindicatos y más restricciones al libre comercio. Sanders entendía también que la competencia de países con sueldos bajos como China había hecho un daño inmenso –en empleos y bienestar– a la clase media estadounidense.

Los empleados de las tecnológicas, sin embargo, no tenían la misma opinión que sus jefes sobre Sandersy lo demostraron con sus donaciones. Así, en la recta final de las primarias del Partido Demócrata, a finales de abril, Sanders había obtenido un 33% de sus donativos y Elizabeth Warren otro 33%. Los dos eran candidatos marcadamente progresistas frente al centrista Joe Biden, que no consiguió más que un 8%.

Según un ranking del Financial Times , que ordena a los gigantes digitales por el apoyo de sus empleados a candidatos izquierdistas, la clasificación, de más a menos progresista, quedaría así: Twitter, Uber, Google, Apple, Amazon, Facebook y Netflix. Dentro de Amazon, prácticamente ningún empleado de sus almacenes habría donado a Biden y, entre los ingenieros de software, no fueron muchos más los que lo hicieron.

Los empresarios defienden a las empresas y los empleados no tanto

De todos modos, para valorar las distintas agendas de los dirigentes y empleados de las tecnológicas, es importante tener en cuenta no solo sus ideas, sino también sus intereses. Los primeros se sienten responsables de la supervivencia de los negocios y los segundos saben que sus compañías sobrevivirán perfectamente sin ellos. Sus diferencias solo podían crecer en un contexto en el que el futuro de las empresas está en juego, porque muchos analistas esperan que les recorten el margen de maniobra, los beneficios y tal vez algunos de sus tentáculos en 2021.

El panorama que les ha dejado este año no es nada alentador: el Departamento de Justicia ha acusado a Google de prácticas monopolísticas, los fiscales generales de decenas de estados de la primera potencia mundial investigan a Google y Facebook por abuso de posición dominante y, finalmente, la Comisión Federal de Comercio sigue de cerca a Facebook y Amazon. Según un informe de la Cámara de Representantes publicado en octubre, las grandes tecnológicas son demasiado poderosas, dañan a la economía nacional, censuran opiniones políticas incómodas y sus plataformas ayudan a difundir noticias falsas.

En estas circunstancias, los directivos tecnológicos saben que es mejor tener a alguien que les coja el teléfono, a partir de enero, en los despachos de los reguladores. Y a ser posible, que los demócratas ganen las elecciones con un candidato pactista y moderado, alguien, en definitiva, que pueda explicar a su electorado que no hay que ser tan duro con Silicon Valley después de todo.

Según los sondeos de Pew Research, los estadounidenses que se identifican como demócratas no tienen una buena opinión de las grandes tecnológicas pero, al menos, es más positiva que la de los republicanos. El 60% de los primeros cree que las plataformas de redes sociales son demasiado poderosas, frente al 80% de los segundos. Además, los demócratas no solo defienden con menos entusiasmo el endurecimiento de la regulación para el ‘big tech’, sino que su apoyo a ese endurecimiento ha caído en más de diez puntos desde 2018.

Empresarios y empleados no se movilizan del mismo modo

Las élites tecnológicas llevan meses moviendo sus alfiles y peones. De hecho, los ejecutivos de Amazon y Microsoft han jugado un papel muy destacado como financiadores y recaudadores de fondos en la candidatura de Biden desde las primarias del Partido Demócrata . Ahora, el equipo de transición de Biden ha fichado, según Reuters, a ocho ex trabajadores del ‘big tech’ para que le ayuden a instalarse en la Casa Blanca justo después de ganar las elecciones.

Los grandes recaudadores se denominan ‘bundlers’ y suelen acabar ocupando importantes despachos en algunos de los reguladores que ahora investigan al ‘big tech’ por monopolio. Entre los ‘bundlers’ de la campaña de Biden destacan tanto David Zapolsky, asesor jurídico principal de Amazon, como el presidente de Microsoft, Bradford Smith, y otros cuatro profesionales relacionados con el imperio que fundó Bill Gates. Todos ellos están bien acompañados, según la base de datos del Revolving Door Project, por otros grandes recaudadores de Airbnb (Courtney O’Donnell), de la firma de inversiones Hummer Winblad o del gigante de la tecnología médica Masimo, que cotiza en el Nasdaq.

Aunque los ‘bundlers’ son importantes, hay otros jugadores en las campañas electorales que pueden ofrecer tanta financiación y redes de contactos como ellos.

Según el medio especializado Recode, en los comicios legislativos de hace dos años, fueron muy influyentes el cofundador y ex CEO de LinkedIn Reid Hoffman, el cofundador de Facebook y Asana Dustin Moskovitz, el ex presidente de la aceleradora Y Combinator Sam Altman o Mike y Jackie Bezos, padres del fundador de Amazon. Por cierto, Jay Carney, director de comunicación y asuntos públicos de Amazon, lideró durante dos años la comunicación de Biden cuando era vicepresidente de Obama.

Los empleados han recurrido a donaciones y a trabajos de voluntariado

Los empleados de las tecnológicas también se han movilizado en estas elecciones, y lo han hecho como voluntarios y uniendo, en la recta final de la campaña, sus donaciones a las de los directivos y propietarios de sus empresas a través de unos vehículos financieros llamados PAC.

En los últimos dos años, los 13.500 voluntarios de la asociación Tech for Campaigns han trabajado en más de 400 proyectos relacionados con las elecciones y ahora están activos en más de veinte estados.

En cuanto a los donativos, si miramos la lista actualizada de los veinte mayores mecenas de los demócratas, destacan inmediatamente entre ellos los PAC de Alphabet, Microsoft, InterSystems, YCombinator y de la firma de inversión especializada en tecnología Sequoia Capital. Las contribuciones totales superan los 15 millones de dólares.

No son números pequeños si tenemos en cuenta que el PAC del único jugador del mundillo tecnológico que aparece entre los veinte mayores mecenas de Trump , la firma de inversión Silver Lake Partners, apenas ha aportado un millón de dólares a su campaña.

Es verdad que no sorprende mucho, porque Donald Trump, como hemos visto, era un candidato inaceptable para la ideología progresista predominante en el sector tecnológico. Sin embargo, hay otras explicaciones adicionales para la falta de entusiasmo que suscita entre sus miembros.

Trump lleva meses claramente por detrás de Biden en las encuestas, es el presidente más agresivo hasta la fecha con el ‘big tech’ (y de ahí las investigaciones antimonopolio del Departamento de Justicia y de la Comisión Federal de Comercio) y menos de un 40% de los americanos aprueba su trabajo durante el primer mandato.

La gran fortaleza del líder republicano, el crecimiento económico, también se ha resquebrajado con el desplome que ha provocado no solo la pandemia, sino el caos con el que la ha gestionado... Y las empresas tecnológicas, que no hubieran abrazado con entusiasmo la candidatura de Trump en otras circunstancias, no tienen ninguna razón para hacerlo ahora.

Imagen de portada | Gage Skidmor

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