Sabemos desde hace años que nuestro sistema de reciclaje está roto. Parece que al fin vamos a arreglarlo

Sabemos desde hace años que nuestro sistema de reciclaje está roto. Parece que al fin vamos a arreglarlo
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¿Y si la pieza clave sobre la que se base el sistema español de reciclaje tuviera serios problemas de trasparencia, trazabilidad e integridad? ¿Y si llevara casi dos décadas abusando de su posición de mercado? Esa es la pregunta que lleva tratando de responder un año la Comisión Nacional del Mercado y Competencia; esa es la pregunta que ha acabado por iniciar un expediente sancionador contra Ecoembes, el gran gestor de envases de España. ¿Qué está pasando aquí y por qué es tan difícil saber exactamente qué ocurre con los envases españoles?

¿Qué es Ecoembes? En 1996, mientras se tramitaba la Ley de Envases, las principales empresas del sector de alimentación del país se unieron para dar "una respuesta empresarial" a los retos que presentaba esa ley (y la legislación europea sobre reciclaje que trataba de transponer). El resultado fue Ecoembes, una empresa sin ánimo de lucro, que empezó con la idea de reciclar envases de plástico, latas de acero y aluminio o briks y ha terminado por convertirse en el gestor del único sistema integrado de gestión de este tipo de residuos en España.

Hablamos de una cifra de negocio de 494,1 millones de euros en 2016 y de 529 millones en 2017; pero, sobre todo, hablamos de una empresa que gestiona 22 millones de toneladas de residuos, da cobertura a 46 millones de personas y mantiene casi un centenar de convenios con distintas administraciones públicas.

¿Cómo funciona?. El sistema es sencillo: las empresas venden que productos envasados y aportan fondos para financiar la gestión de los residuos que generan; los ciudadanos separan los envases, los depositan en los contenedores; y las entidades locales recogen los envases, los llevan a las plantas de selección y reciclado; y se transforma de nuevo en materias primas.

Años en el punto de mira. Sin embargo, con el paso de los años, las suspicacias han ido creciendo. Fundamentalmente porque el sistema es lo suficientemente poco transparente como para que las cifras de Ecoembes estén permanentemente en duda. Greenpeace, hace unos años, publicó una serie de informes en los que denunciaba que la empresa "solo recicla el 25% de lo que le corresponde".

Y lo cierto es que, a poco que nos ponemos a investigar, no está claro cuáles son los datos reales. Es indudable que la empresa (por su misma estructura accionarial) es un conflicto de interés andante: en la medida que quién certifica cuántos envases hay en circulación es, en última instancia, el mismo que tiene que pagar por ellos. Eso, evidentemente, no implica que haya irregularidades en sus datos y su gestión. Pero sí hace preguntarnos hasta qué punto la administración comprueba que la imagen que dibuja Ecoembes es fidedigna.

Quis custodiet ipsos custodes? Y, a efectos prácticos, no lo hace. En este sentido, como señala la Comisión Nacional de Mercados y Competencia, sus procedimientos son lo suficientemente transparentes como para que haya dudas sobre si está abusando de su posición de mercado impidiendo la trazabilidad y la integridad de las ofertas y estableciendo barreras de entrada para entrar en subastas que son esenciales en el funcionamiento del sistema. Es importante tener en cuenta que este movimiento de la CNMC, viene después de un año de investigaciones.

La crisis global de la basura no se ha cerrado. A día de hoy, es difícil saber qué ocurrirá con el expediente y qué alcance real tendrá. No obstante, el problema va más allá de todo esto. Necesitamos reflexionar en profundidad sobre cómo gestionamos nuestros desechos y cómo diseñamos los sistemas que deben dar respuesta a uno de los mayores retos del presente. Estamos metidos en tantas crisis y problemas que es fácil olvidar que seguramente la primera gran crisis global de esta mala racha fue la de la basura. Y la verdad es que parece que no hemos aprendido nada.

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