La lluvia en Sevilla será una maravilla, pero en el Mar Menor es un absoluto desastre: así nos estamos cargando la mayor albufera de agua salada de España

La lluvia en Sevilla será una maravilla, pero en el Mar Menor es un absoluto desastre: así nos estamos cargando la mayor albufera de agua salada de España
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A finales de marzo, la Región de Murcia vivió algo inaudito, más de dos semanas de cielos encapotados y chubascos continuos que, en condiciones normales, podrían ser una bendición para una tierra demasiado acostumbrada a la sequía y la falta de agua. El problema es que estas no son condiciones normales.

"La peor situación del Mar Menor en toda su historia". No son palabras mías, sino de Javier Gilabert, del Comité Científico del Mar Menor, y se refieren a lo que ocurrió hace solo unos meses cuando el 12 de octubre de 2021, la mayor albufera salada de España amaneció con un manto de miles de peces y crustáceos formando una tupida manta a pie de playa.

Aquella crisis fue simbólica porque había coincidido con la aprobación del Plan de Gestión Integral del Mar Menor y la Franja Litoral. El Plan era una normativa exigida por la Unión Europea que llevaba años tramitándose en medio de una enorme polémica entre los principales actores de la comarca. Lo que quedaba claro es que décadas de desgobierno habían ocasionado una situación crítica.

Pero, desde entonces, la situación ha sido 'modesta'. Las lluvias de finales de marzo y la subida de temperaturas que le siguió son el caldo de cultivo perfecto para un nuevo episodio de hipoxia (o, incluso, apoxia). Las escorrentías de aguas cargadas de fertilizantes (nitratos y fósforo, sobre todo) provenientes de las tierras de cultivo cercanas llegan al Mar Menor y disparan un proceso de eutrofización que destroza el delicado equilibrio ecológico de la albufera.

¿Qué es la eutrofización? En general, la eutrofización es "el proceso de contaminación más importante de las aguas embalsadas". La provoca un exceso de nutrientes en el agua (normalmente producida por la actividad humana) que hace que las plantas y otros organismos crezcan en abundancia. Durante su crecimiento y putrefacción, consumen gran cantidad del oxígeno y derrumban la calidad del agua. Eso, como pasó en octubre, puede causar muertes masivas de peces.

Una bomba a punto de explotar. "En La Manga, donde las playas se suelen encontrar en buen estado, hay una extensión de más de dos kilómetros de algas filamentosas con una anchura aproximada de 50 metros desde la orilla", explicaban desde el Pacto por el Mar Menor. En algunas zonas, la situación es aún peor. Y, en poco tiempo, todas esas algas empezarán a descomponerse, formando así el fango, disminuyendo aún más los niveles de oxígeno y provocando mal olor.

A estas alturas, la única manera de solucionar el problema actual es sacando las algas. El problema, como nos recuerdan desde el Pacto, "es que es una labor titánica y prácticamente imposible". Se requiere una intervención masiva en la albufera para la que no se tienen ni medios, ni recursos, ni (parece) voluntad pública.

No obstante, el problema es previo. Desde hace al menos 30 años, todas las administraciones públicas han fracaso estrepitosamente en lo que es el tema central de la comarca: conseguir que protección medioambiental y desarrollo económico sean compatibles. La única forma de recuperar la el Mar Menor es "controlando y reduciendo el uso de fertilizantes" agrícolas en el Campo de Cartagena. "Mientras no se haga, [el agua de la lluvia] seguirán entrando en el Mar Menor y provocando constantemente estos procesos de eutrofización".

En el fondo, como defendíamos hace meses, el Mar Menor se ha convertido en uno de los grandes laboratorios de la verdadera transición ecológica del país. Un entorno donde los "trade-off" entre los distintos sectores agroalimentarios, industriales y turísticos, por un lado, y la conservación del medioambiente exigen soluciones ambiciosas, creativas y viables en términos socioeconómicos. El problema es que nadie parece querer hacerlo.

Imagen | Emma Kent

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