La última ceremonia de los Globos de Oro demuestra que están de capa caída, pero no es solo cosa de ellos

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Está claro que los Globos de Oro ya no son lo que eran. Conocidos durante décadas como "la antesala de los Oscar" debido a la coincidencia habitual de nominados y premiados y la cercanía de ambas ceremonias en el tiempo, las circunstancias de los últimos años han acabado reduciendo a la mínima expresión la entrega de este año. En 2022, los Globos de Oro no han tenido ceremonia presencial y los premiados simplemente se han enumerado a través de Twitter.

El impacto ha sido tan minúsculo que muchos de los premiados ni siquiera han agradecido el galardón desde sus respectivas cuentas. Entre ellos, destacan 'Succession' con tres premios (Mejor serie dramática, Mejor actor de drama y Mejor actriz de reparto), el premio a Mejor miniserie para 'El ferrocarril subterráneo', los dos premios de 'Hacks' en la categoría de comedia, el galardón a Michael Keaton por 'Dopesick' y el par de reconocimientos para 'El poder del perro' (Mejor drama y Mejor dirección).

Pero... ¿a qué viene esta decisión? ¿De dónde procede esta caída en la consideración de los Globos de Oro y la decisión de montar una ceremonia que pase bajo los radares? Hay un motivo claro y vinculado a los premios, y uno más genérico que habla de la situación que atraviesan este tipo de eventos. Pero ante todo está la crisis de imagen de la Asociación de Prensa Extranjera en Hollywood, que organiza los Globos.

La Asociación ha sido acusada en los últimos años de un problema de diversidad muy grave entre sus filas, además de presuntas irregularidades en su financiación. En muy pocos años, cuando explotó la situación, se sucedieron los desplantes a la organización: Warnermedia y Netflix presionaron para que la Asociación cambiara sus políticas, Tom Cruise devolvió sus galardones... y la puntilla: NBC anunció que dejaba de emitir la gala, como había venido haciendo cada año.

De momento, la HFPA ha hecho acto de contricción y ha anunciado una serie de cambios que se irán llevando a cabo con el tiempo, tanto a nivel estructural como de contenido de los premios. Este año ya se ha dejado notar en el palmarés y las nominaciones, quizás de forma un poco forzada: el anuncio de que con el premio a la actriz trans MJ Rodríguez por 'Pose' se había "hecho historia" sonaba más a guiño de cara a la galería que de auténtico cambio, teniendo en cuenta el pasado de los premios.

Un cambio de tercio

Sin embargo, hay algo más en esta caída en desgracia de los Globos de Oro, y que también puede aplicarse a entregas de premios que disfrutan de mucha más salud, como los Oscars. Los tiempos han cambiado, y con ellos, el prestigio de los premios: aunque los Oscar siguen siendo un galardón de reconocido prestigio, no es lo mismo recibir un Oscar en esta década que haberlo recibido en décadas relativamente recientes como los ochenta.

La culpa, como siempre, es de internet. O más bien, el cambio de paradigma: la democratización del gusto fílmico a través de redes sociales y agregadores de puntuaciones y opinión como Metacritic o Rotten Tomatoes ha devaluado el impacto que la crítica espacializada tiene en la adjudicación de categorías como "clásicos", "obras maestras" y otros apelativos más o menos consensuados para el buen cine. Y no solo afecta a los críticos. También a los premios, la otra piedra de toque tradicional de prestigio cinematográfico.

Desde el recorte de los tiempos de exhibición y las ventanas -hasta hace muy poco sagradas- que distanciaban la exhibición en salas y la doméstica, y que se ha visto catapultada por la crisis pandémica y las acciones emprendidas por mastodontes de la producción y la distribución como Disney o WarnerMedia con su respectivas plataformas de streaming, el eco que tienen unos premios se ha reducido notablemente. Una vez las películas entran en la rueda del PPV y el streaming por suscripción, el valor de esos premios se difumina: las películas pasan a ser "el estreno de la semana". Y eso si tienen suerte y no son, simplemente, "uno de los estrenos de la semana".

Y hay algo más: como decimos, los tiempos han cambiado, pero los Premios no han cambiado con ellos. Internet está mostrando al mundo una sociedad mucho más diversa y desprejuiciada de lo que reflejan los Oscar. No se trata solo de que mujeres y personas racializadas tengan un reflejo solo testimonial en los premios, sino que géneros que son reivindicados por internet como muy valiosos y con gran potencial, como es el caso del terror y la ciencia-ficción, siguen ignorados por la Academia y las asociaciones de críticos. A los Premios les cuesta seguir el ritmo de la sociedad, y eso les da imagen de anticuados y anquilosados.

De momento, los Oscar no corren el peligro de verse ninguneados en el interés público como los Globos de Oro (aunque harían bien en tomar decisiones tras ver las barbas del vecino: las acusaciones de falta de diversidad y compromiso no son precisamente exclusivas de los Globos, y las audiencias de sus galas son más bajas cada año). Pero cada vez ocupan menos tiempo informativo y recaban menos interés en redes sociales ahora que la prensa cinematográfica se ha atomizado -desapareciendo sus encarnaciones tradicionales, como las revistas mensuales-. Con toda seguridad, seguiremos viendo cambios en próximos años... y no necesariamente para beneficio de las ostentosas entregas de premios.

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