La temporada 2 de 'Upload' no ha perdido el ingenio de su fabuloso primer año, aunque sí algo de su veneno

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Todas las series que arrancan con una primera temporada triunfal (y la de 'Upload' lo fue, aunque estuviera camuflada bajo un humor accesible y nada cínico) se enfrentan a un desafío considerable en su segundo año. En este caso, continuar con la sátira de la tecnología (y más específicamente, de redes sociales y costumbres que nos permiten desdoblarnos en entidades virtuales más apetecibles que nuestras mundanas personalidades reales), pero sin dejar de lado el desarrollo de personajes de la primera entrega.

De hecho, eso es lo que llevaba el primer año de 'Upload' más allá de una mera sátira impersonal, y francamente, es algo que se le da estupendamente a Greg Daniels desde sus tiempos como creador de 'The Office'. Lo demostró en la ya también clásica 'Parks & Recreation' o en la también muy especial -un escalón por debajo de 'Upload', quizás, pero con un plantel de personajes igualmente delicioso- 'Space Force'. Da igual dónde ambiente sus sitcoms, Daniels siempre acierta en la excentricidad de sus secundarios y las emotivas contradicciones de sus héroes y heroínas.

Pero en este caso la mezcla de sátira suavemente anti-tecnológica y los personajes que la padecían empastaban especialmente bien: partíamos de que un joven que muere en un accidente va a un más allá que no le corresponde, un paraíso virtual en el que está como pez fuera del agua. Y se enamora de su "ángel", la empleada de la empresa que sostiene este entramado de vidas ultraterrenas que son como una red social. Las innumerables contradicciones que salían del planteamiento, empezando por que él estaba muerto y ella viva no solo potenciaban la comedia, sino que le daban un trasfondo muy interesante.

Esta segunda temporada arranca con unos primeros episodios a los que les cuesta mantener todo el tiempo la interesante situación que teníamos en la primera temporada. Para empezar, Nora, el ángel, se desconecta por completo y se une a un grupo de luditas que viven en el campo sin contacto con la tecnología. Nuestro protagonista queda completamente desamparado ya que sin la tecnología no puede reencontrarse con ella.

Menos sátira, más emociones

La primera temporada se planteaba como un análisis de nuestro desdoblamientos de personalidad y comportamientos en una serie que habría sido inconcebible solo unos años antes. De puntuar a gente real con estrellas y el impacto auténtico que eso tiene a la imposibilidad de vivir desconectado, pasado por nuestro choque cotidiano entre lo que somos y cómo queremos los demás que nos vean. Todo eso, aunque obviamente pertenece al ADN de la serie, lo perdemos en parte.

Por eso la serie deja de parecerse a 'The Good Place', que era pura filosofía existencialista desde el momento en el que planteaba unas reglas para el comportamiento y la realidad y se dedicaba a examinarlas y buscar los resquicios en ella. 'Upload' ha dejado de estar interesada en los mecanismos de su mundo para explotarlos, y ahora quiere contar historias ambientadas en ese universo.

Bajo ese punto de vista, la historia tiene algunos altibajos de interés como la mencionada visita inicial de Nora al campamento ludita, que luego da un giro al volver a tener presencia virtual, o la investigación de la muerte del protagonista, sospechosa de no haber sido un accidente, como ya se apuntó en la primera temporada. Este centrarse en las tramas y no en los gags absurdos que ponen en solfa la tecnología genera altibajos en el interés porque no son tan genuinamente originales.

Con todo, y aunque estamos un escalón levemente por debajo de la primera temporada, 'Upload' sigue siendo una de las mejores sátiras de la vida virtual, que además adquiere inesperadas resonancias ahora que todos hablamos sin parar del Metaverso, ese 'Upload' en la Tierra. Tramas como la de los horrendos bebés digitales retoman el mejor humor grotesco del primer año y el reparto sigue estando tan entonado y desbordante de carisma como siempre. Pese a todo, una serie imprescindible para reflexionar sobre la no-realidad y los no-lugares que se van a convertir en nuestro día a día. 

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