Mimo, credibilidad y la dificultad de imitar una lengua natural: así se crean lenguajes de ficción como los de 'El señor de los Anillos' o 'Juego de Tronos'

Mimo, credibilidad y la dificultad de imitar una lengua natural: así se crean lenguajes de ficción como los de 'El señor de los Anillos' o 'Juego de Tronos'

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Mimo, credibilidad y la dificultad de imitar una lengua natural: así se crean lenguajes de ficción como los de 'El señor de los Anillos' o 'Juego de Tronos'

“En el caso de 'Juego de tronos', tuve un mes para crear el lenguaje dothraki”, explica David J. Peterson, el lingüista a quien la HBO fichó en 2011 para que expandiera esta lengua a partir de la treintena de palabras que George R. R. Martin inventó para 'Canción de hielo y fuego'. “El resultado final es algo que espero que se vea exactamente igual a lo que George R. R. Martin tenía en sus libros”.

Cuando una obra de entretenimiento alcanza la categoría de agujero negro de la atención para todo el planeta con acceso a Internet, de vez en cuando sucede un fenómeno curioso: hay especialidades muy concretas que forman parte de la obra que también despiertan un interés repentino. Pasa con los títulos de crédito (‘El club de la lucha’). Con el vestuario (‘Shakespeare in Love’). Con los efectos especiales (‘Terminator 2’). O con las lenguas inventadas, el tema que nos ocupa.

El alto valyrio y el dothraki son los ejemplos más recientes, pero tenemos unas cuantas lenguas inventadas muy reconocibles: el quenya y el sindarin de ‘El señor de los anillos’, el klingon y el vulcano de ‘Star Trek’ o el na’vi de ‘Avatar’, por citar las más conocidas.

Muchas obras de ficción, especialmente de ciencia ficción, cuentan con algún tipo de lengua artificial, también llamada conlang, pero no todas cumplen los requisitos para obtener el sello de lengua inventada seria.

“Una lengua construida no tiene por qué ser completa, sino parecer completa. Y ese es el arte que hay detrás de la construcción de lenguas”, explica Miguel Jaén, autor de ‘Cómo crear una lengua’ (Editorial Almuzara, 2017). “Las lenguas naturales tienen tal grado de complejidad que jamás un único constructor de lenguas podrá aproximarse, así que lo que tiene que hacer es aparentar.”

Para Jaén, una lengua inventada debe tener como mínimo una fonología, un vocabulario y unas normas gramaticales completas. Si hablamos de palabras, con 500 bastaría para una comunicación con alguien a quien quieres poco y lejos, pero si queremos tener una conversación entretenida, entonces debemos contar con alrededor de 3.500 palabras.

Elrond Senor De Los Anillos Conlangs
Elrond eleva el tono, en sindarin, ante un combate inminente. IMDB

Duelo de conlangs masivos: quenya contra klingon

Es cierto que hay unos cuantos conlangs conocidos con miles de entusiastas en todo el mundo —especialmente ahora que el dothraki y el alto valyrio todavía están calientes—, pero si hablamos de referencias canónicas, los lingüistas suelen decantarse por dos autores: Marc Okrand, creador del klingon, de 'Star Trek', y J. R. R. Tolkien.

“Aunque no creo que uno esté mejor construido que el otro, sí que creo que Tolkien ahonda más en sus lenguas”, explica Antonio Vileya, filólogo hispánico. Y explica el cuidado de Tolkien con un ejemplo. En español tenemos una norma llamada elisión que nos permite contraer palabras para, entre otras cosas, hablar fluidamente. No decimos Legolas, no te olvides de dar lustre a el carcaj, sino Legolas, no te olvides de dar lustre al carcaj. El mimo con que Tolkien creó sus lenguas puede comprobarse en que incluyó la elisión en el quenya, además de un catálogo de excepciones propias.

“Cuando conocí el quenya creí que era la culminación, pero luego me pareció que Tolkien fue poco original en comparación con las lenguas en las que se inspiró”

Miguel Jaén es un incondicional de Tolkien, pero reconoce que Okrand le ganó la partida al padre de Frodo y compañía. “Cuando conocí el quenya creí que era la culminación, pero luego me pareció que Tolkien fue poco original en comparación con las lenguas en las que se inspiró. El quenya es latín con influencia finesa, galesa y poco más. Mientras que el klingon tiene una personalidad mucho más marcada y atrevida. Su fonología no es muy original, pero sí lo son su gramática y su vocabulario.”

Para Jaén, el klingon le da una importancia especial a la semántica. “En el quenya el valor semántico de una palabra se corresponde con lo que entendemos por esa palabra en español o en inglés —huo, es perro en quenya; namarië es adiós—. El klingon tiene palabras con un significado muy difícil de traducir y a veces necesitas una oración entera”. Por ejemplo, al despedirse, los klingon dicen qapla', que puede significar Te deseo una muerte con honor. “Solo esa palabra ya te está transmitiendo que es una cultura muy beligerante y agresiva.”

Pero no sólo del klingon y del quenya vive el imaginario de las lenguas inventadas. Hay muchas: la neolengua de '1984', el babel-17 de 'Babel-17', el nadsat de 'La naranja mecánica', el siaru de ‘Crónica del asesino de reyes’... Incluso podemos encontrar conlangs en videojuegos, como la lengua que usan los dragones de ‘The Elder Scrolls V: Skyrim’. “Además de su riqueza léxica, que permite expresar ideas complejas sin poseer una gramática, habría que destacar su alfabeto, que es similar a la escritura cuneiforme sumeria”, explica Vileya.

Si estás pensando que ‘Los sims’ también tiene su propia lengua (simlish), deja de hacerlo. “Es un galimatías sin sentido”, dice Jaén.

Sims
Gracias al simlish, la cita acabará pronto. @LosSimsES

¿Por qué crear una lengua propia para una obra de ficción?

“Añade realismo”, explica David J. Peterson, creador de los conlangs de 'Juego de tronos'. “Vivimos en un mundo con miles de lenguas, y si lees nuestra ficción fantástica pensarás que todo el mundo habla inglés. Es una pena que en nuestras fantasías imaginemos una sociedad monolingüista”.

Para Jaén, el klingon, de 'Star Trek', es el mejor ejemplo de lengua inventada que funciona perfectamente. Primero, porque sus sonidos te convencen de que es una lengua extraterrestre. Y segundo, porque si buceas en ese vocabulario, las palabras te transmiten su cultura. “Una lengua construida debe tener como función el convencerte de que estas ante una cultura novedosa. Cuando lees las obras de George R. R. Martin y ves nombres como Jon Snow o los Lannister, eso no te traslada a un mundo de fantasía, te lleva a Inglaterra. Pero cuando lees a Tolkien y lees Mordor o Gondor, tu imaginación vuela a la Tierra Media”.

Esto nos lleva a preguntarnos si los escritores son buenos creadores de lenguas:

  • David J. Peterson. “En su mayor parte, los autores no hacen una buena creación de lenguaje falso."
  • Antonio Vileya. “Por lo general, no hacen un buen trabajo. Proponen paradigmas lingüísticos muy interesantes, con premisas que podrían dar mucho juego, pero al desarrollarlos se percibe muy bien cuándo tienen formación lingüística y cuándo no.”
  • Miguel Jaén. “La mayoría de los escritores no son buenos conlangers, pero tampoco los conlangers son buenos escritores.”

¿Por dónde se empieza a crear una lengua inventada?

“Hay gente que cree que es necesario conocer muchas lenguas”, explica Jaén. “Pero lo que hay que tener en cuenta es que todas las lenguas del mundo se rigen por una serie de normas, y si las conoces y las articulas puedes crear lenguas construidas completamente originales”. Y pone como ejemplo el nivel básico de la sintaxis del español, que tienen también el inglés, el francés o el italiano: sujeto+verbo+complemento. “Lo que tú tienes que saber es que esas tres partes de la oración las puedes ordenar como te venga en gana. Si conoces las normas, crear lenguas puede ser una labor sencilla y divertida.”

(Llegados a este punto hay que destacar que otra opción es tomar esas estructuras y olvidarse de ellas. Preguntado por cuál era su conlang favorito, David J. Peterson respondió que el kenda soro, de Sylvia Sotomayor —“la mejor creadora viva de lenguas”—. “Es totalmente único, nada que haya existido jamás en el mundo real, y aún así completamente naturalista”. Muy básicamente, kenda soro es una lengua cuya sintaxis se basa en el movimiento)

Para el filólogo Antonio Vileya, los primeros pasos para crear una lengua podrían resumirse así:

Si no te gusta pensar tanto, yo empezaría por establecer un alfabeto que represente unos sonidos y una sintaxis que tenga el orden que mejor se ajuste a lo que quieras crear: sujeto-verbo-objeto, verbo-sujeto-objeto… Con esos dos elementos, es fácil empezar a formar oraciones rudimentarias del tipo “yo tener hambre”. Pero eso solo sería el inicio del camino, porque de esa frase, muy simple a priori, se pueden extraer muchas preguntas sobre lo que esperamos de nuestra lengua: ¿entenderán el concepto del yo y la individualidad? ¿tendremos una sociedad del tipo mente colmena donde todo sea colectivo? ¿tendrán tiempos verbales? ¿entenderán qué es el pasado, el presente y el futuro? ¿qué significado tendrá “hambre”? ¿será el hambre en un sentido metafórico o literal? Responder todas esas preguntas depende en gran medida de cuál sea el objetivo. Si tu misión es aderezar la obra con elementos originales, puede bastarte con crear una jerga como la de Anthony Burgess en La naranja mecánica. Pero si pretendes hacer un trabajo que se aproxime a lo que hizo Tolkien, deberías ser capaz de hacer un gran ejercicio de abstracción.

Para Miguel Jaén, autor de ‘Cómo crear una lengua’, el primer paso también depende de lo que te quieras complicar. "Si quieres que sea poco, empezaría por la fonología. A partir de ahí coges la sílaba, la estructura silábica que admite tu lengua, y te pones a crear palabras. Y después, te pones con la gramática. Pero si quieres complicarte más todavía, podrías empezar con una lengua antecesora. Por ejemplo, si quieres crear el español, por ejemplo, pues antes creas el latín. De esta forma puedes determinar cómo va a evolucionar esa lengua a lo largo del tiempo y crear una etimología de las palabras para darle una historia con mucho más peso.”

Fenómeno reciente

A nadie se le escapa que el éxito de 'Juego de tronos' y sus conlangs ha supuesto un espaldarazo para los creadores de lenguas artificiales. “Y ojalá el fenómeno no pare de crecer”, explica Vileya. Para el filólogo, “el lenguaje cinematográfico ha propiciado un desarrollo de los conlangs que en el lenguaje literario hubiese resultado forzado o incómodo. Muchas veces se acusa al cine, las series y los videojuegos de estar robando consumidores a la literatura, pero fenómenos como este son la prueba de que varias disciplinas pueden enriquecerse mutuamente. Por no hablar de la creatividad que demuestra Peterson desarrollando tan magistralmente estas lenguas. Cuesta encontrar algo similar desde las lenguas élficas”.

“El lenguaje cinematográfico ha propiciado un desarrollo de los conlangs que en el lenguaje literario hubiese resultado forzado o incómodo”

Sabemos que los creadores de conlangs tienen trabajo para los próximos años. Peterson ya está trabajando en el chakobsa para la nueva versión cinematográfica de ‘Dune’, que dirige Denis Villeneuve (por cierto, director de una película con su propio conlang, ‘La llegada’) pero Peterson no suelta prenda: “Juré mantener en secreto mi trabajo”.

La cuestión puede ser: ¿se seguirán aprendiendo conlangs dentro de 20 años? “Probablemente sí”, responde Jaén. “Las personas estamos cada vez más habituadas al ocio creativo, y las lenguas construidas son un ocio creativo”.

Antonio Vileya tampoco tiene dudas. “Creo que más allá de lo complejo o rico que pueda ser el conlang de un mundo de ficción, en todo esto hay un interés que es más social que lingüístico. Quieres aprender esa lengua porque existe toda una comunidad que te respalda y valora positivamente el esfuerzo que haces aprendiéndola. Se fomenta el sentimiento de comunidad, de pertenencia a un mismo grupo. La ficción une a las personas”.

Y concluye Vileya: “Tiene algo de mágico entrar en una sala a ver alguna de las películas del universo ‘Star Wars’ y comprobar que allí dentro, en espacio y tiempo, están coincidiendo hasta tres generaciones distintas. Y eso hay que ponerlo en valor, me refiero al arte que consigue sobrevivir al tiempo. Al fin y al cabo, es uno de los sentidos más genuinos de la literatura, de la narración oral y del arte de contar historias: enseñarnos que no estamos solos”.

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