El apagón de Amazon nos devuelve los temores de una internet demasiado centralizada

El apagón de Amazon nos devuelve los temores de una internet demasiado centralizada

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El apagón de Amazon nos devuelve los temores de una internet demasiado centralizada

Puede que algunos tratárais de conectaros a diversos servicios de internet sinéxito. Netflix, IMDb, Product Hunt, Medium, Buffer, Pocket y otros muchos daban errores de acceso, algo que tenía una sencilla explicación. Parte de los Amazon Web Services se habían caído.

Esta parte de negocio de Amazon es utilizada por esas y otras muchas entidades que aprovechan los servicios web de Amazon para proporcionar sus propios servicios. Los precios y prestaciones que ofrece Amazon para poner en marcha negocios y proyectos online son notables, pero también hacen que esa fortaleza sea también una desventaja. El eslabón más fuerte de la red se convierte también en el más débil.

La descentralización como alternativa

La caída de los servicios web de Amazon es un ejemplo más de la dependencia que solemos tener de grandes centros de datos que albergan grandes servicios en las grandes de la tecnología. Y no es la primera vez que Amazon da un susto de este tipo, y tampoco será la última. Y cuando pasa la pregunta es siempre la misma: ¿cómo es posible que esto ocurra?

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El panel de estado de los servidores de Amazon proporciona información detallada sobre las incidencias que se producen en sus centros de datos.

La centralización de los servicios se convierte en esa pieza del dominó que puede acabar arrastrando a las demás

Pues es posible por la sencilla razón de que la propia filosofía que siguen la mayoría de los servicios de internet lo favorece. Pocas son las empresas capaces de dar servicio a millones de personas, y los centros de datos de las grandes -Amazon, Microsoft, Google-, aun con sistemas que tratan de evitar estas caídas, no son invulnerables.

Esa centralización de la red de redes permite a las empresas gestionar de forma más controlada este tipo de recursos, pero también se convierte en esa pieza del dominó que si cae acaba arrastrando a las otras. Pasó con Amazon pero ha pasado con Google y Gmail, o con Microsoft y Azure, o con otras empresas y servicios. Y durante esos momentos, el caos se apodera de internet y de los usuarios, que se encuentran indefensos ante estas caídas.

La descentralización como alternativa

La solución que plantean muchos es, por supuesto, la descentralización de estos servicios, pero eso es mucho más difícil de hacer que de decir. Existen proyectos como MaidSafe que desde hace tiempo tratan de ofrecer esa alternativa a todo tipo de servicios, y ya sabemos que el modelo P2P puede ir mucho más allá de las descargas con BitTorrent,

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Existen muchos más esfuerzos en esta línea, y de hecho la propia Internet de las Cosas es en sí misma un ejemplo de la descentralización llevada a su extremo: cada dispositivo, aun cuando está conectado con los demás, representa un nodo más de una inmensa red de cosas conectadas. En este ámbito parece evidente que la centralización no solo no parece perjudicial, sino que supone un riesgo crítico para garantizar el funcionamiento de todo el entramado de datos.

La Internet de las Cosas es un ejemplo de la descentralización llevada a su extremo

La moneda virtual bitcoin, el proyecto Ethereum del que ya hablamos al debatir sobre la cadena de bloques o los servicios que permiten descentralizar otros ámbitos (financiación de proyectos con Kickstarter, educación con MOOCs) son también ejemplos de esa otra forma de concebir nuestra vida en internet.

No hay una solución óptima para todos los casos

No hace mucho se le criticó a Microsoft la activación de su singular sistema P2P de descarga de actualizaciones para Windows 10. La empresa estaba usando sin que lo supiéramos parte de nuestro ancho de banda para que nuestro PC o portátil fuera un nodo más en ese tráfico de parches a todo el mundo. La idea era -en nuestra opinión- genial, pero el no clarificar la situación no atrajo más que las críticas de los usuarios.

Privacidad

Ese sistema aliviaba a los servidores de Microsoft de la descarga, pero sobre todo evitaba que una caída de los mismos pudiera afectar a los usuarios: esas actualizaciones podrían descargarse desde otros nodos gracias a la estructura descentralizada. Pero esa solución, por buena que fuera a nivel interno, no es válida para todos los casos.

La web descentralizada es posible, pero su principal obstáculo es, precisamente, nuestra pereza

Aquí entran en juego los intereses empresariales de grandes y pequeñas empresas, que por motivos de control de datos o con el argumento de protegerlos y gestionarlos prefieren contar con sus propios servidores en la mayoría de los casos. Y esos servidores no están en sus oficinas, claro: aprovechan la experiencia de proveedores como Amazon, que con sus Web Services proporciona a muchísimas empresas, grandes y pequeñas, todos los componentes para dotar a su negocio de esa estructura centralizada que tan bien les ha funcionado durante décadas.

Evidentemente esa centralización es cada vez más peligrosa por los usuarios. No solo por el hecho de depender de esos servidores para sus quehaceres diarios en la red de redes, sino porque todos acabamos utilizando la nube sin darnos cuenta de que cedemos nuestra información a terceros que la controlan. La privacidad y la seguridad de esos datos son cada vez más objeto de análisis, y es por ello por lo que existen proyectos que permiten que cada uno se monte su particular nube privada.

Así es como surgen proyectos que nos permiten montarnos un Owncloud para sustituir a Dropbox, o un Diaspora para sustituir a Facebook, o un wordpress/jekyll (entre otros muchos) en local en sustitución de un Blogger/Medium, e incluso un postfix/dovecot/sqlite/mailpile para sustituir al Gmail de turno.

El problema es que la puesta en marcha de estos servicios -que cualquiera puede ejecutar desde su casa- requiere ciertos conocimientos técnicos y, sobre todo, voluntad para dedicar el tiempo y esfuerzo que suponen lanzarlos y mantenerlos. La web descentralizada es posible, pero su principal obstáculo es, precisamente, nuestra pereza.

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