Ni Cárdenas, ni Montero son casos aislados: los charlatanes están enquistados en la vida pública española

Ni Cárdenas, ni Montero son casos aislados: los charlatanes están enquistados en la vida pública española

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Ni Cárdenas, ni Montero son casos aislados: los charlatanes están enquistados en la vida pública española

Vaya semana llevamos. El domingo, Rosa Montero, famosa escritora y periodista, se descolgaba con un artículo llamado "Consumidores engañados y cautivos". Una columna en la que cometía numerosos errores y acaba justificando la homeopatía porque, en fin, se trata de "una práctica barata y desde luego inocua, mientras que los muertos por efectos secundarios de las medicinas alopáticas son un goteo constante".

Pero es que ayer, en el programa que presenta en Europa FM, Javier Cárdenas defendió que las vacunas causan autismo, uno de los bulos más perniciosos que ha dado la investigación científica de la última década.

Hace un par de años, cuando se presentó una propuesta parlamentaria para reducir la presencia de las pseudoterapias en RTVE, se descartó porque según se decía "son casos aislados". Pero no lo son. Nunca lo han sido: la pseudociencia está enquistada en la vida pública y no somos capaces de sacarlos de ahí.

Desde el Ministerio de Sanidad a la última celebrities: nadie parece inmune

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"Sacaremos del vademécum medicamentos de escaso valor terapéutico que se pueden sustituir con alguna cosa natural", decía hace un puñado años la ministra de Sanidad, doña Ana Mato. Los recortes no iban a afectar a la medicina solo en los fondos disponibles, sino que iba a haber recortes también en evidencia científica.

Las "zonas libres de transgénicos" y "los colegios libres de antenas" se han convertido en una pequeña tradición de nuestro país. También hemos visto a partidos reunirse con homeópatas, defender la existencia de la 'hipersensibilidad electromagnética' o la ya mítica Power Balance que llevaba media clase política pre-crisis.

Mariló Montero, durante su época como presentadora estrella, y sus Mañanas de TVE se convirtieron en un tema recurrente: cuando no decía que "no está comprobado que el alma no sea trasplantada con los órganos", aseguraba que "el aroma a limón previene el cáncer". Pero es que RTVE tiene hasta un programa específico dedicado a las "terapias alternativas o naturales": "En cuerpo y alma" de Radio 5 que habla sobre naturopatía, reiki homeopatía, pensamiento positivo o la pseudoterapia de moda del momento.

Los medios privados no se quedan atrás, El País (el periódico más leído del país y pese a los esfuerzos de su sección de ciencia y blogs como El Comidista) lleva décadas publicando viñetas de El Roto que defendían postulados antivacunas y antitransgénicos. En Cuatro, Mercedes Milá llamó 'gordo' al bioquímico José Miguel Mulet cuando este criticó la base científica de 'La enzima prodigiosa', un libro que Milá lleva años promocionando.

Cantantes como Pau Donés también ha publicitado plantas como las kalanchoes que promueve Josep Pàmies. Y muchas celebrities españolas han comenzado a imitar a ese peligro público llamado Gwyneth Paltrow y han comenzado a dar consejos de salud o publicar libros en los que la evidencia científica normalmente está de vacaciones.

Errar es humano. No reconocerlo, un peligro

Pero casi más preocupante que el hecho de que figuras públicas promuevan la pseudociencia, es lo que les cuesta reconocer que estaban equivocadas. En su respuesta, Rosa Montero sólo reconoció uno de sus errores (el más evidente), pero no desaprovechó la ocasión para hablar de conspiración en su contra por parte de las grandes farmacéuticas.

Cárdenas, en su línea tradicional, también ha respondido acusando de que sus críticos manipulan y engañan. Pero hasta sus mismas referencias desmienten el bulo de las vacunas y el autismo.

Los errores pueden entenderse, no reconocerlos no. Ahí es donde está la diferencia entre la torpeza y la irresponsabilidad. En un mundo donde enfermedades casi desaparecidas vuelven con fuerza por culpa de los movimientos antivacunas, donde los timadores aprovechan cualquier oportunidad para engañar a enfermos terminales y a personas de buena voluntad, esa irresponsabilidad marca la diferencia entre una sociedad que aspira a ser mejor y una sociedad que abandona a los más indefensos.

Imágenes | Tsekhmister

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