¿Puede una lechuga ser peor para el medio ambiente que el bacon?

¿Puede una lechuga ser peor para el medio ambiente que el bacon?
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La preocupación por el impacto medioambiental de los productos que consumimos lleva unos años generando mucho interés. Y mucha investigación. No es sencillo evaluar la 'huella de carbono' o la 'huella hídrica' de cada producto que consumimos. De hecho, en realidad no sabemos qué metodología nos da mejor información medioambiental.

En medio de este debate, acaba de salir un estudio que señala que la lechuga podría ser hasta "tres veces más contaminante" que el bacon. ¿Es esto posible? ¿Puede ser la dieta vegetariana peor para el medio ambiente que la dieta tradicional? ¿La dieta mediterránea es ecológicamente perniciosa?

¿Qué dice el estudio?

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El grupo de investigadores de la Universidad Carnegie Mellon se han preguntado qué impacto medioambiental tendría el hecho de que la población (estadounidense) cambiara su patrones de consumo hacia dietas más saludables (aumentando verduras y pescados y reduciendo carnes) como recomiendan los Departamentos de Agricultura y Sanidad de EEUU.

El estudio ha consistido en estimar el 'coste medio ambiental' en términos de uso de energía, la huella hídrica y de carbono de un grupo de alimentos recomendados por el gobierno norteamericano. Sobre esos cálculos, han estimado qué pasaría en tres escenarios 'sociodietéticos' distintos: (1) un escenario en que se redujeran los niveles de consumo de calorías sin cambiar el mix de alimentos, (2) otro en el que se cambiara el 'mix alimentario' sin reducir la ingesta calórica, y (3) un tercero donde se redujeran tanto la ingesta calórica como la mezcla alimentaria.

Este estudio concluye que si tomamos como referencia la dieta actual de Estados Unidos y su sistema de producción y distribución de alimentos, el escenario (1) disminuye tanto el consumo de energía como el impacto medioambiental de la dieta en un 9%.

Por su parte, el escenario (2) aumenta el consumo de energía en un 43%, la huella hídrica en un 16%, y las emisiones de gases de efecto invernadero en un 11%. El escenario 3 aumenta el consumo de energía en un 38%, la huella hídrica en un 10%, y las emisiones de GEI en un 6%.

Un hallazgo no tan sorprendente

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A primera vista, los resultados son contraintuitivos. Muchos medios (espoleados por los investigadores) están planteando que la dieta vegetariana (y, ya puestos, la mediterránea) es poco sostenible o mala para el medio ambiente. Pero hay que dar un salto lógico bastante grande para llegar a esa conclusión.

Lo que está claro es que los resultados no son extrapolables. El estudio, como decíamos, toma como referencia los patrones de consumo actuales y, más importante aún, el estado actual de la industria y los canales de distribución. Eso es lo que define la huella ambiental de cada producto. En cada lugar del mundo, esos dos puntos de referencia cambian.

Por un lado, no todos los países tienen la "dieta prototípica norteamericana", de hecho pese a las tendencias mundiales aún el mix alimentario de EEUU es peculiar. Por el otro, como los propios investigadores reconocen, teniendo en cuenta los criterios que se han medido (consumo de energía y huellas hídricas/carbónica) el consumo de aguacates es menos sostenible en Islandia que en México o el consumo de pescado es más sostenible en Vigo que en Salta.

En medio de "la epidemia de sobrepeso y obesidad" actual en que vivimos, estamos protagonizando una huida hacia delante sin precedentes. Esto hace que el esfuerzo generalizado por cambiar los patrones de consumo no esté integrado en una estrategia mayor de transición alimentaria. Esto puede ocasionar problemas medioambientales, de producción y desabastecimiento. Debemos de ser conscientes de ello, pero a día de hoy no se puede sugerir que una dieta más saludable es mala para el medio ambiente.

Imágenes | Andrew Stawarz, Dollen

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